LA MÍSTICA EN MEDIO DE LA CALLE


(Este blog lo empezó a escribir mi amigo Augusto Perez. Si es la primera vez que entras, lee la reflexión: "Yo quiero que existas"(10/04/2012)

lunes, 28 de mayo de 2012


GRACIAS, SEÑOR, POR DARNOS A TOTI

Vivimos un mundo lleno de pequeños ídolos, de muchas cosas, en el fondo de poca importancia, que nos cautivan y seducen, desde un cantante famoso hasta el último modelo de iPad. En cambio no apreciamos las pequeñas y grandes “magnalia Dei” con que el Señor nos obsequia a largo de nuestra vida. En una de las escenas más divertidas de “Alicia en el País de las Maravillas”, la inteligente niña se asombra de las múltiples reverencias con que todo el mundo recibe a los reyes de la baraja. Y Alicia exclama. ¡Pero si no son más que unos simples naipes!

Pues sí, muchas cosas que nos rodean no son más que unos simples naipes a los que damos demasiada importancia. Y, en cambio, nos cuesta ver lo que de profundo y verdaderamente importante nos pasa en nuestra vida, quizás porque Dios se nos revela a través de pequeños acontecimientos. 

“El dios de las pequeñas cosas” (The God of Small Things, 1997) es una novela escrita en lengua inglesa por la escritora india Arundhati Ro, que cuenta las experiencias de la infancia de dos hermanos gemelos en el estado indio de Kerala, durante el año 1969. El libro es una descripción de cómo las pequeñas cosas de la vida se acumulan, se traducen al comportamiento de las personas y afectan a sus vidas. Lo más probable es que a nosotros nunca nos ocurran cosas grandes, en cambio nos ocurren cosas pequeñas a las que no podemos tratar como simples naipes de una baraja.

Una acumulación de cosas pequeñas es lo que me llevó a conocer a Toti. Y seguramente esta experiencia será la de muchos los que leen este blog. A lo largo de este años se han ido acumulando cosas pequeñas para las que quizás existan explicaciones puramente naturales, pero que a la luz de la fe en un Dios que no se desentiende de su Creación, tienen un significado más profundo. 

Los pequeños acontecimientos que me han llevado a conocer a Toti, entrar en su intimidad y escuchar su palabra son una gracia de Dios. Gracias, Señor, por darnos a Toti, porque él ha sido un acontecimiento vital, en medio de las pequeñas cosas de nuestras vidas ordinarias. Por aparecer de la forma más sencilla y ordinaria en nuestras vidas, por compartir nuestro tiempo, por escucharnos, por regalarnos su amistad y su palabra iluminadora.

Gracias, Señor por darnos a Toti. Protégelo y hazle fiel. “Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tu fortaleciste” (Salmo 79). Haz que siga dando muchos frutos, que transmita tu amor por los caminos de la tierra. Haz que siga siendo el oyente fiel de Betania, que proteja su perla, que riegue con su oración la viña que le has encomendado: “Ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que Tú hiciste vigorosa” (Salmo 79).

Tú, Señor, “que guiaste con ternura al pueblo que salvaste” (ex. 15.13), haz que siga guiando a su “pusillus grex”, a su pequeño rebaño por el camino que lleva a las fuentes de la salvación, a la Vida. Porque Tú has venido para que tengamos Vida y la tengamos en abundancia. 

A estas alturas el bloguero quiere dar paso a otras voces. Quedan muchas cosas en el tintero, pero “conviene que Él crezca y yo disminuya”. Hemos rozado las 1500 visitas en dos meses. No está mal para un blog poco conocido. Nos han visitado de muchos países, hasta de Rusia y de Qatar!. Pero el bloguero debe dar paso a más experiencias.

Primero a muchos de los que conocéis a Toti. ¿Por qué no enviáis más comentarios ?
Y también al propio Toti. Él tiene más palabras y más dotes, él tiene el don de transmitir la experiencia de Dios.

El bloguero se despide. Pero el blog no: enviad vuestros comentarios. Y pidamos a Toti que nos transmita su palabra. Estamos en Pentecostés. Aquellas gentes oyeron a Pedro cada uno en su lengua. Que buen día hoy para terminar una etapa y empezar otra.  

viernes, 11 de mayo de 2012


LA CRUZ
 
“El difunto Matías Pascal” es la obra más conocida del dramaturgo italiano Pirandello. Su argumento es bien sencillo: el triste y anodino Matías Pascal descubre un día que ha muerto una persona con su mismo nombre. Aprovecha la ocasión para darse por fenecido y empezar una nueva vida con otra personalidad. Ha muerto “un” Matías, pero empieza a vivir “otro”. Dos vidas y una misma persona.

Es la vieja tentación de la esquizofrenia espiritual. Dios nos parece maravilloso cuando las cosas nos van bien, pero las cosas cambian cuando nos van mal. Somos agradecidos, alegres y cantarines cuando Dios nos regala sus dones. ¿Y cuando vienen los sufrimientos? Entonces la larga sombra del diablo parece que nos cubre para sembrarnos de dudas, de desconfianza.

Toti me ha dicho muchas veces que el peor pecado, la peor tentación, es desconfiar de Dios. Incluso cuando las cosas vienen mal, cuando acusamos el dolor, cuando el mundo parece que se nos pone al revés… hemos de seguir confiando en el Señor. Fe es lo que pide siempre Jesús antes de hacer un milagro. ¡Hombres de poca fe! Es lo que recrimina a los apóstoles. 

La cruz, el sufrimiento forman parte de nuestra vida. Y siempre lo queremos evitar. “No, no es sufrimiento lo que cansa; es la lucha por no sufrir”, escribe Mercedes Salisachs. Toti es un hombre que también sufre, también lleva su cruz. Ha sufrido en su vida, ha padecido incomprensiones, rupturas muy dolorosas, crisis de todo tipo. Toti sufre también ahora, la cruz sigue acompañando su vida. Me ha hablado de sus luchas, de las tentaciones que aprovechan la cruz para sembrar la desconfianza, para probar la fidelidad, para dejarle algunas temporadas en una especie de “desierto” interior.

Pero el amor es más fuerte. “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad” (2 Corintios, 12). Sí, la gracia, si somos fieles, triunfa sobre nuestra debilidad. El dolor nos hace sentirnos criaturas, hijos de un Padre al que siempre hemos de pedir auxilio. Y porque el dolor es, aunque no lo parezca, la otra cara del amor: “Quien no sabe de penas, en este valle de dolores, no sabe de cosas buenas ni ha gustado de amores, pues penas es el traje de amadores”, escribió San Juan de la Cruz.

Y como no somos como Matías Pascal, no hay dos vidas distintas. La cruz es parte de nuestro caminar espiritual. La cruz nos purifica: “crea en mí un corazón puro”, se lee en el salmo 50. A lo largo de mis encuentros, Toti me ha enseñado a crear este corazón puro, a integrar amor y dolor, alegría y tristeza. Me ha explicado sus desiertos interiores, sus tentaciones… superadas siempre por la gracia de Dios. Con gran sinceridad llegó a explicarme como, durante unas horas, llegó a experimentar un ateismo intenso, el sinsentido de un mundo sin Dios. Su sufrimiento fue indecible, no pudo resistirlo y el Señor le concedió pronto la gracia del reencuentro, más gozoso si cabe.

El mal, el dolor, el sufrimiento, la vejez, la enfermedad, la muerte… son realidades que acompañan a nuestra vida y que podemos considerarlas incompatibles con un Dios misericordioso. A veces resuena en mis oídos el reproche del médico protagonista de “La Peste”, de Camus, al aturdido jesuita ante la muerte de un niño: “¡Al menos éste era un inocente!”. Hace poco le oí a Toti una charla sobre la conversión en la que hablaba del Pecado. Así, del Pecado en mayúsculas, distinto a los pecados personales que cometemos los mortales. El Pecado como una realidad misteriosa que impregna la historia de la humanidad desde sus orígenes. El Pecado – y todos los males que le acompañan, incluida la muerte de los inocentes— nace de la incapacidad del hombre para fiarse del plan de Dios. Por la lectura teológica de los primeros capítulos del Génesis sabemos que el proyecto inicial de Dios para los hombres era el de una armonía feliz, lo que llamamos “paraíso terrenal”, pero que el propio hombre no supo acoger y optó desoladoramente por sus propios paraísos. El no a Dios continua, lo vemos cada día: cuantos y cuantos rechazos de los hombres al plan de Dios, cuantos odios dirigidos a quien es el Amor. Los cristianos sabemos que, de todas maneras, el mal no es definitivo, ha sido vencido por la Redención y la muerte de aquel niño inocente no es un sinsentido.

Toti sabe consolar, acompañar en el dolor, disimulando el propio. Explica muy bien que el dolor purifica para, al final, reencontrar la alegría: “Devuélveme la alegría de tu salvación” (salmo 50). Tras la cruz está la resurrección, la alegría. Al fin y al cabo, Él ha llevado el peso más fuerte y tampoco nos exige mucho: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”.