LAS "MAGNALIA DEI"
En
el post anterior hablaba de las “magnalia Dei”, las maravillas que Dios obra en
medio de los hombres, aunque muchas veces no nos demos cuenta de ello. Vivimos
sumidos en un mundo frenético que, en el fondo, no nos hace dichosos. Nada menos
que un ateo, Albert Camus, hace decir a su personaje Calígula, en la obra del
mismo nombre: “Es una verdad muy sencilla y muy clara, un poco tonta, pero
difícil de descubrir y pesada de llevar… Los hombres mueren y no son dichosos”.
No
acabamos de ser felices porque no queremos ver y alegrarnos de lo que Dios nos
ofrece: su amistad, su amor que se refleja, muchas veces, en cosas pequeñas.
Pero si sabemos responder al Señor, tendremos el ciento por uno en esta vida y
la eternidad. Pero la condición es saber responder, decir sí a quien nos llama
por nuestro propio nombre: «Te he llamado por tu nombre y eres mío» (Is 43,1).
Y responder significa dar nuestra vida a cambio. Decía con razón Tagore. “A
todas las cosas les das. A mí, me pides” (La cosecha, 78).
Sí,
nos pide, pero después encontramos más de lo previsto. Lo dice el mismo Tagore
en la misma obra: “cojo más que tu sembraste”. Dios actúa en nosotros de una
manera misteriosa, nos trasforma a través de la gracia. Lo sobrenatural habita
en medio de nosotros sin darnos, a veces, cuenta de ello. Dios actúa a través de las “causas segundas”,
de personas y acontecimientos, de oportunidades y supuestas casualidades. A
veces esperamos milagros extraordinarios, como los de la Biblia. Existen, pero
no son la forma ordinaria por la cual Dios se mete en nuestras vidas. Pero corriendo
el velo de la casualidad, del acontecimiento inesperado, podemos descubrir la
mano cariñosa de Dios: “el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus
criaturas” (Salmo 144).
Toti
me habla mucho de la gracia de Dios, de los dones de Dios. “Pasan cosas”, me
dice. Para él es fácil descorrer el velo de lo que parece ordinario y descubrir
lo extraordinario. Puedo dar testimonio de ello. Ante un grave problema le
pedí su oración. La hizo y con intensidad. El problema se resolvió rápidamente
y mucho mejor de lo que incluso yo esperaba. ¿Fue una casualidad? A los ojos de
quienes no tienen vida interior podría serlo, aunque he de decir que una
casualidad poco probable. A la luz de un Dios cariñoso, es un don.
Claro
que pasan cosas. Pasan delante de nuestros ojos y, a veces no las vemos. Toti
hace descubrir estos dones de Dios. Sabe interpretar la realidad desde los ojos
de quien cree que lo sobrenatural no es una superestructura celestial, sino un misterio
que se mezcla en nuestra vida, que le da sentido. El mismo Camus ponía otra vez
en boca del personaje Calígula: “este mundo, tal como está hecho, es
insoportable. Por eso tengo necesidad de la luna o de la dicha, de la
inmortalidad, de algo que sea demente, quizás, pero que no sea de este mundo”.
La
necesidad de algo que no es de este mundo está hasta en las entrañas de un
ateo. Nosotros ya no sentimos esta necesidad, la tenemos satisfecha con los
dones que continuamente recibimos de Dios. Démosle gracias. Yo se las doy por conocer y escuchar a Toti, porque el Señor
lo ha puesto en mi vida por algo. Demos gracias a Dios porque nos permite pasar
por este mundo sin verlo como algo insoportable, porque aquí, en medio de tanto
vicio y pecado como nos rodea, también están las “magnalia Dei”. Aún diría más.
Cuanto más pecado más dones nos da el Señor para que le seamos fieles.
Sí,
la gracia es un misterio que ha llevado de cabeza a los teólogos de toda la
historia. Pero dejemos a los teólogos que especulen. Quienes mejor han hablado
de la gracia han sido los santos y los místicos, los hombres y mujeres de
profunda vida interior. Por eso Toti habla de los dones, vive y ha vivido entre
dones, ve actuar al Señor en este mundo. Él sabe mucho del misterio profundo de
la gracia, de cómo la gracia transforma toda una vida, como la suya. Sí, la
gracia nos transforma como un anticipo de la profunda transformación final, la resurrección
de la carne, la gran “magnalia” que nos espera. Porque, como decía
Saint-Exupery: “quien da sentido a la vida, da sentido a la muerte”.
Hola Augusto. Soy Toti. Me sorprende, me halaga y me incomoda este blog que has hecho con tanto cariño. Sinceramente, me cuesta reconocerme en lo que explicas de mí. ¡Ya me gustaría ser tal como me describes! Eres muy benevolente. Dios también lo es. Su Misericordia cubre mis pobrezas. Todo lo que dices de Dios en el blog es completamente cierto. Gracias por escribirlo. Sigue por favor. En tus escritos reconozco esos destellos de gracia que surgen en nuestros encuentros. Yo soy el primer sorprendido y me siento tremendamente afortunado. Sin esa presencia constante de Dios, yo no sería nada. Le doy las gracias por haberte conocido y te doy gracias a ti por haberme ayudado a recuperar la frescura del Espíritu, que realmente es maravillosa
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