LA MÍSTICA EN MEDIO DE LA CALLE


(Este blog lo empezó a escribir mi amigo Augusto Perez. Si es la primera vez que entras, lee la reflexión: "Yo quiero que existas"(10/04/2012)

jueves, 5 de abril de 2012


LAS  "MAGNALIA DEI"

En el post anterior hablaba de las “magnalia Dei”, las maravillas que Dios obra en medio de los hombres, aunque muchas veces no nos demos cuenta de ello. Vivimos sumidos en un mundo frenético que, en el fondo, no nos hace dichosos. Nada menos que un ateo, Albert Camus, hace decir a su personaje Calígula, en la obra del mismo nombre: “Es una verdad muy sencilla y muy clara, un poco tonta, pero difícil de descubrir y pesada de llevar… Los hombres mueren y no son dichosos”.

No acabamos de ser felices porque no queremos ver y alegrarnos de lo que Dios nos ofrece: su amistad, su amor que se refleja, muchas veces, en cosas pequeñas. Pero si sabemos responder al Señor, tendremos el ciento por uno en esta vida y la eternidad. Pero la condición es saber responder, decir sí a quien nos llama por nuestro propio nombre: «Te he llamado por tu nombre y eres mío» (Is 43,1). Y responder significa dar nuestra vida a cambio. Decía con razón Tagore. “A todas las cosas les das. A mí, me pides” (La cosecha, 78).

Sí, nos pide, pero después encontramos más de lo previsto. Lo dice el mismo Tagore en la misma obra: “cojo más que tu sembraste”. Dios actúa en nosotros de una manera misteriosa, nos trasforma a través de la gracia. Lo sobrenatural habita en medio de nosotros sin darnos, a veces, cuenta de ello.  Dios actúa a través de las “causas segundas”, de personas y acontecimientos, de oportunidades y supuestas casualidades. A veces esperamos milagros extraordinarios, como los de la Biblia. Existen, pero no son la forma ordinaria por la cual Dios se mete en nuestras vidas. Pero corriendo el velo de la casualidad, del acontecimiento inesperado, podemos descubrir la mano cariñosa de Dios: “el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas” (Salmo 144).

Toti me habla mucho de la gracia de Dios, de los dones de Dios. “Pasan cosas”, me dice. Para él es fácil descorrer el velo de lo que parece ordinario y descubrir lo extraordinario. Puedo dar testimonio de ello. Ante un grave problema le pedí su oración. La hizo y con intensidad. El problema se resolvió rápidamente y mucho mejor de lo que incluso yo esperaba. ¿Fue una casualidad? A los ojos de quienes no tienen vida interior podría serlo, aunque he de decir que una casualidad poco probable. A la luz de un Dios cariñoso, es un don. 

Claro que pasan cosas. Pasan delante de nuestros ojos y, a veces no las vemos. Toti hace descubrir estos dones de Dios. Sabe interpretar la realidad desde los ojos de quien cree que lo sobrenatural no es una superestructura celestial, sino un misterio que se mezcla en nuestra vida, que le da sentido. El mismo Camus ponía otra vez en boca del personaje Calígula: “este mundo, tal como está hecho, es insoportable. Por eso tengo necesidad de la luna o de la dicha, de la inmortalidad, de algo que sea demente, quizás, pero que no sea de este mundo”.

La necesidad de algo que no es de este mundo está hasta en las entrañas de un ateo. Nosotros ya no sentimos esta necesidad, la tenemos satisfecha con los dones que continuamente recibimos de Dios. Démosle gracias. Yo se las doy  por conocer y escuchar a Toti, porque el Señor lo ha puesto en mi vida por algo. Demos gracias a Dios porque nos permite pasar por este mundo sin verlo como algo insoportable, porque aquí, en medio de tanto vicio y pecado como nos rodea, también están las “magnalia Dei”. Aún diría más. Cuanto más pecado más dones nos da el Señor para que le seamos fieles. 

Sí, la gracia es un misterio que ha llevado de cabeza a los teólogos de toda la historia. Pero dejemos a los teólogos que especulen. Quienes mejor han hablado de la gracia han sido los santos y los místicos, los hombres y mujeres de profunda vida interior. Por eso Toti habla de los dones, vive y ha vivido entre dones, ve actuar al Señor en este mundo. Él sabe mucho del misterio profundo de la gracia, de cómo la gracia transforma toda una vida, como la suya. Sí, la gracia nos transforma como un anticipo de la profunda transformación final, la resurrección de la carne, la gran “magnalia” que nos espera. Porque, como decía Saint-Exupery: “quien da sentido a la vida, da sentido a la muerte”.

1 comentario:

  1. Hola Augusto. Soy Toti. Me sorprende, me halaga y me incomoda este blog que has hecho con tanto cariño. Sinceramente, me cuesta reconocerme en lo que explicas de mí. ¡Ya me gustaría ser tal como me describes! Eres muy benevolente. Dios también lo es. Su Misericordia cubre mis pobrezas. Todo lo que dices de Dios en el blog es completamente cierto. Gracias por escribirlo. Sigue por favor. En tus escritos reconozco esos destellos de gracia que surgen en nuestros encuentros. Yo soy el primer sorprendido y me siento tremendamente afortunado. Sin esa presencia constante de Dios, yo no sería nada. Le doy las gracias por haberte conocido y te doy gracias a ti por haberme ayudado a recuperar la frescura del Espíritu, que realmente es maravillosa

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